Esta semana hemos tratado en una de las asignaturas de mi carrera, un tema que me ha resultado muy interesante, más que nada por la complejidad a la hora de comprenderlo, y por la misma complejidad a la hora de tratarlo.

Se trata de un síndrome descubierto hace relativamente poco (incluído en el año 1994, en el DSM-IV) que afecta a bastante cantidad de población, de edades muy diversas, y en una mayoría de varones sobre mujeres.

Se trata, como he dicho, de una discapacidad, transtorno, síndrome,... Y no de una enfermedad, puesto que se desconoce la causa.
Esta discapacidad recibe el nombre de Síndrome de Asperger, en honor a un pediatra y psiquiatra nacido en Austria.

Las personas que padecen este síndrome padecen lo que podemos denominar “ceguera emocional”. Es decir, son incapaces de descifrar y comprender todos aquellos aspectos no verbales de una conversación, o frases metafóricas. Dicho de otro modo, no saben comprender ni mostrar emociones o ironía en otras personas.
Por tanto, si les dices “Tengo un hambre que me muero”, estos entienden, literalmente, que te estás muriendo de hambre, cuando, seguramente, símplemente sientes la necesidad de comer, pero no llevas meses sin hacerlo como para morirte.

Otro ejemplo: Si hablas con ellos, y de repente te pones a llorar, no se darán cuenta. No entienden que las lágrimas que brotan de tus ojos se relacionan con el estado emocional en el que te encuentras. Por otra parte, la mayoría de estas personas no te miran a los ojos cuando hablan contigo, o cuando les hablas, puesto que, como para ellos lo único importante y lo único que perciben son las palabras que les diriges, y no tienen que analizar tus expresiones faciales o tus gestos, no sienten la necesidad de mirarte a la cara.

Además, y lo que más me llama la atención, es que estos niños tienen, normalmente, una capacidad de memoria increíble y suelen ser muy inteligentes. Su cerebro tiende a centrarse en un área determinada, y la desarrollan hasta su nivel máximo de conocimiento. Nos encontramos, de esta manera, a niños con seis años, por ejemplo, que saben todas las capitales de todos los países del mundo, o que conocen todas las marcas de coches que existen en el mercado, … Esto ocurre tanto en niños como en adultos. En los vídeos que voy a exponer se puede apreciar claramente.

Es decir, estas personas son inteligentes hasta extremos inimaginables, pero no saben relacionarse socialmente. Es un síndrome muy parecido al autismo, pero más leve que este.
En estudios realizados, se cree que quizás personas tan importantes en nuestra historia, como Albert Einstein, Newton, o Mozart, por ejemplo, padecieron este síndrome o transtorno.
Por último, y algo que también me llamó mucho la atención, son personas etiquetadas con el nombre de “raros” por quien no conoce este síndrome, pues cambian de tema contínuamente. Si, por ejemplo, les dices la frase que he expuesto yo antes - “Tengo un hambre que me muero”-, su cerebro se centra tanto en el análisis de esas palabras que termina “bloqueándose”, y tiene que cambiar de tema completamente. Como consecuencia, pueden responderte “Ayer estuve viendo la televisión hasta tarde”. Un comportamiento que, si el maestro o los compañeros desconocen, es calificado al instante como “raro, pasota, no atento,...”.

Pues bien, este es un resumen del síndrome. Espero que os haya gustado, y os haya llamado tanto la atención como me llamó a mi cuando descubrí su existencia. A continuación, os pongo un par de vídeos muy interesantes para que entendáis un poco más el transtorno.

Saludos!








Decimos, hoy en día, y además lo afirmamos a pies juntillas, con una sonrisa en el rostro, que la mujer y el hombre ya están igualados en derechos, que la mujer ha pasado de estar relegada a un segundo plano, a engrosar largas listas de trabajos que, hasta entonces, sólo se consideraban de hombres.


Es cierto, la mujer ha ganado mucho durante estos años, ha demostrado tener la capacidad y la fuerza necesarias como para merecerse un puesto de trabajo y una autonomía que antes no tenía.


Pero, aunque duela reconocerlo, aún no lo hemos conseguido del todo. Parece ser que aún, en pleno siglo XXI, no hemos demostrado con creces nuestro valor y nuestra fuerza (no digo física, si no intelectual) en nuestra lucha por conseguir ser seres humanos. No pedimos nada más, simplemente dejar de jugar el rol que, parece ser que desde que nacemos viene con nosotros tatuado en el cuerpo, dejar de hacer lo que la sociedad espera que hagamos.


No tenemos por qué encargarnos únicamente de la educación de nuestros hijos y de llevar la casa. La educación de nuestros hijos, y el mantenimiento de nuestro hogar es una tarea de toda la familia, y no sólo de la mamá.


Y digo que aún no hemos conseguido esta igualdad absoluta porque todavía quedan matices, restos, de esa discriminación abusiva que antes sufríamos. Uno de estos restos lo encontré hace algunos meses en el diccionario de la Real Academia Española. Un fallo enorme para una sociedad que se declara “en igualdad de derechos”.


Esta es la definición que nuestro diccionario hace de “femenino”. Fijaos en una de las acepciones:


1. adj. Propio de mujeres.

2. adj. Perteneciente o relativo a ellas.

3. adj. Que posee los rasgos propios de la feminidad.

4. adj. Dicho de un ser: Dotado de órganos para ser fecundado.

5. adj. Perteneciente o relativo a este ser.

6. adj. Débil, endeble.

7. adj. Gram. Perteneciente al género femenino. Nombre femenino. Terminación femenina. U. t. c. s.


Sí, hemos ganado mucho... Pero aún nos quedan otras muchas batallas por ganar. Quizás dentro de otro siglo más, se pueda afirmar, por fín, que LAS MUJERES TIENEN LOS MISMOS DERECHOS QUE LOS HOMBRES.